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Historia de piratas

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Mensaje por eenriquee Mar Abr 28, 2009 4:17 pm

Debemos establecer las diferencias entre corsarios, bucaneros, filibusteros y piratas. Los primeros, actuaban como piratas, pero a las órdenes de un reino y atacaban solamente a las banderas que se le indicaban. Los capitanes solían ser marinos de carrera, muchos de ellos de buena cuna, y su actividad estaba refrendada por una autorización, la conocida como patente de corso.

Eran algo así como empleados estatales que robaban, a comisión, para la corona que los contrataba y enarbolaban esa bandera. Entre éstos, son muy recordados los ingleses, Sir Francis Drake, y Sir John Hawkins, los dos premiados con títulos nobiliarios por los robos y tropelías cometidas. Muchos corsarios terminaron como piratas, siendo el caso más notable el de William Kidd.

Los bucaneros y los filibusteros eran piratas, pero de cabotaje. Su radio de acción se limitaba al Mar de las Antillas y recalaban preferentemente en la legendaria isla de Tortuga. Utilizaban barcos ligeros con amplia capacidad de maniobra. El más famoso y reconocido bucanero, fue sin duda, otro inglés premiado: Sir Henry Morgan.

Pero piratas, lo que se dice piratas, eran los que no tenían otra bandera que la propia y no respetaban a nadie. Perseguidos por todas las potencias, atacaban el comercio entre Europa y las colonias, o cualquier otra ruta del globo, cargaban esclavos para vender, secuestraban, saqueaban poblaciones costeras y vagaban con rumbo incierto en busca de presas suculentas, doblones de oro, joyas, ron y mujeres.

Podemos recordar algunos famosos como, John “Bartholomew” Roberts, Edward Teach (Barbanegra), Jean Nau, el olonés, William Kidd, Jean Lafitte y cientos más.

En principio, están ligados al cine y a los sueños de infancia, y representan un icono de rebeldía contra el orden establecido. Nos provocan sonrisas de adhesión, tratándose en realidad, de feroces delincuentes, ladrones, crueles asesinos, cuando no, violadores.

Pero la imagen del capitán pirata, con un parche en el ojo, la pata de palo y el loro en el hombro, ordenando con su vozarrón ronco y tonante izar la bandera negra con la calavera y los fémures cruzados, mientras sus hombres, pañuelo anudado en la cabeza y espada en mano, trepados a las sogas del velamen, esperan, con gesto fiero, la orden de ¡Al abordaje!, resulta simpática, romántica.

Más aun, cuando el barco a saquear, está comandado por marinos de carrera en sus impecables uniformes, con modales de gente civilizada. Ofrecen la imagen de individuos desesperados por la obtención y acumulación de riquezas, pero que una vez conseguidas, esconden celosamente en escondrijos sobre los que trazan planos cifrados y que jamás vuelven a buscar. Porque un verdadero pirata lo último que desea es ser un pacífico ciudadano disfrutando, en tierra firme, de una vida lujosa y apacible. El tesoro irremplazable, consiste en la libertad, en la aventura y el peligro, la inmensidad del mar como patria y su propia ley como bandera.


La palabra pirata es también una metáfora, que involucra a los bandidos, asaltantes y criminales de todas las épocas, como así también, a otros, que sin espadas, cuchillos o revólveres, ejercen la piratería desde un escritorio, una banca parlamentaria, un trono o un sillón presidencial, los que ya no son tan admirados. ¿O si?

Los buenos son las personas que sueñan con las cosas, que los malos hacen. En otras palabras, sospecho que la simpatía, consciente o inconsciente, por el pirata, oculta una reprimida rebelión, un sepultado deseo de mandar todo a la mierda, los estudios, los trabajos, la casita con jardín, el autito amarillo, las vacaciones pagadas en cuotas, los electrodomésticos, los pasaportes y las libretas de matrimonio.

La secreta ilusión de embarcarse en veloces veleros y navegar hacia nuevos horizontes desafiando las tempestades, cabalgando el mar a toda vela, el viento estallando contra el pecho y la sangre corriendo tumultuosamente por las venas, robando lo que se cruce, tomando las mujeres que nos plazcan, si tienen dueño, mejor, y muriendo cara al sol con gusto a sal en la boca, pero en libertad.


Y quizás en el espíritu del pirata esté explicada, mayoritariamente, la naturaleza del hombre. Más aun, podríamos decir que la naturaleza es pirata y el hombre un domesticado producto de ella, pero que en el fondo de su corazón atesora, romántico sin cura, flameando orgullosa al viento, la bandera negra con la calavera y los huesos cruzados.

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Mensaje por marina Mar Abr 28, 2009 10:26 pm

Ya que tú has hecho una exposición tan completa de los diferentes tipos de ladrones del mar, voy a aportar algo respecto a las mujeres piratas, que las hubo y muy "buenas".
Anne Bonny, junto con Mary Read, fueron las dos mujeres piratas más famosas del siglo XVIII, aunque no fueron las únicas de la historia. Hubo una irlandesa llamada Grace O'Malley.
Hubo una pirata china, Ching Shih, la reina de los piratas chinos que tomó el control de la enorme flota pirata de su último marido cuando murió a raíz de un tifón en 1807; Charlotte De Berry de Inglaterra; Fanny Campbell de Massachusetts; y la despiadada Ann Mills.

Anne Bonny

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Nacida en Inglaterra en 1668, era una niña con mucho temperamento que montaba a caballo y usaba las pistolas mejor que los muchachos de su edad. El genio de Anne era bien conocido y se cuenta que cuando era una adolescente apuñaló a una criada inglesa de la plantación de su padre con un cuchillo de carnicero.
Aburrida de la vida tranquila en la plantación de su padre aún siendo una jovenzuela, Anne buscó nuevas aventuras y se enamoró de un antiguo pirata llamado James Bonny. Se casó con él y adoptó así el nombre de Anne Bonny. Al parecer, James había planeado robar la plantación de Guillermo Cormac, padre de Anne, a través del matrimonio con su hija, pero el padre de Anne lo descubrió y la desheredó. La leyenda cuenta que como venganza, Anne quemó la plantación de su padre, aunque este hecho no consta en ningún documento de la época.
Al poco tiempo, Anne le abandonó por John "Calico Jack" Rackham, un antiguo pirata que había obtenido un perdón real. Jack le compraba regalos y le instó a abandonar a su marido por él. Parece ser que Calico ofreció dinero a James Bonny para comprar la libertad de Anne, pero James recurrió al gobernador para retenerla. Entonces Anne y Jack decidieron huir y volver a la piratería
Anne vestía ropas masculinas, era experta en el manejo de las pistolas y del machete y era considerada tan peligrosa como cualquier hombre pirata. Calico Jack acogía a marineros de barcos capturados como tripulación forzosa para sus barcos.
Un joven marinero capturado llamado Mark Read,quien resultó ser en realidad una joven inglesa cuyo nombre era Mary Read, llega a esta historia. Rackhan,enterado de la verdad, permitió a Mary continuar con su disfraz y unirse al grupo. Ella y Anne se hicieron muy famosas por sus múltiples hazañas en el mar y por demostrar más valor que muchos hombres.
En octubre de 1720, la recompensa por sus cabezas era bastante elevada. El gobernador de Jamaica se enteró de la presencia de Calico y envió un barco armado para capturar al capitán y a la tripulación. La nave de Calico, llamada "Revenge" (Venganza), fue cogida por sorpresa y solamente Anne y Mary lucharon en cubierta mientras los demás piratas se emborrachaban en sus camarotes.
Anne y Mary Read también fueron capturadas pero confesaron ser mujeres ante el tribunal y abogaron por ser juzgadas separadamente de los hombres. Tanto Anne como Mary conocían la ley inglesa que prohibía colgar a una mujer embarazada y por eso hicieron llamar a un doctor que confirmó que ambas eran mujeres y que estaban embarazadas de unos seis meses. Entonces el tribunal ordenó que serían juzgadas por separado después de que dieran a luz, pero igualmente fueron condenadas a la horca. Mary Read escapó de la horca al morir de una fiebre mientras estaba en la cárcel. Anne, sin embargo, recibió varios aplazamientos de su ejecución hasta que misteriosamente desapareció de los expedientes oficiales. Hay diferentes teorías sobre su supuesto final. Se cree que su padre, que tenía contactos en la isla, perdonó a su hija y la rescató para traerla de nuevo a Inglaterra, donde le consiguió un nombre nuevo y una nueva vida a sus 20 años. Pero hay otras teorías que afirman que volvió con su marido, o incluso existe el mito de que se hizo monja. 183
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Mensaje por eenriquee Mar Abr 28, 2009 10:50 pm

Interesantísima vida de estas dos mujeres piratas. Menudo valor tuvieron en un mundo de hombres, y no solo de hombres, si no de tipos duros y en muchos casos asesinos.


Leí hace tiempo que entre estas dos mujeres había algo más que una amistad, parece ser que existió una relación amorosa entre ellas, y es bastante probable que fuese así, creo yo.

Me ha gustado mucho tu intervención marina

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Mensaje por marina Mar Abr 28, 2009 10:51 pm

Gracias guapoo!!!

El mar Mediterráneo y el mar de la China fueron escenarios primordiales de la odisea pirata. El siglo XVI comenzó gloriosamente con grandes expediciones, y vio cómo holandeses e ingleses se volcaban codiciosamente sobre el poderío español en América y Asia. El imperio español fue un revulsivo para la historia de la piratería: sembró sueños oscuros, codicia y deseos de venganza en alguna que otra mente. Y es más que evidente que si dejó de ser un imperio, fue debido en parte a los implacables oficios de los piratas a lo largo y ancho de más de dos siglos sembrados de correrías, desvalijamientos y robos sin número.
Uno de los que más contribuyeron a empobrecer la Corona española fue Francis Drake,el inglés nacido en Devonshire, en 1539, y quien se dedicó desde muy joven a navegar. Viajó con Hawkins a la isla de La Española, transportando esclavos negros procedentes de África, pero fue sorprendido por los españoles y perdió su cargamento e incluso las naves. En represalia, se hizo al corso con objeto de apresar el tesoro que, según se decía entonces, pensaban transportar desde Panamá a España a través del istmo de Darien. Hacerse al corso como ya se ha explicado antes aquí, significaba obtener una patente para robar y saquear con el beneplácito del rey u otros gobernantes; eso sí: siempre barcos de bandera enemiga. La reina Isabel I, fascinada por sir Francis Drake, fue un noble ejemplo de cómo los reyes llegaron a legitimar e institucionalizar la piratería, sobre todo cuando era graciosamente puesta al servicio de sus arcas.

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Última edición por marina el Jue Abr 30, 2009 3:54 am, editado 1 vez
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Mensaje por Ader Miér Abr 29, 2009 11:54 pm

Interesantísimas historias, sobre todo tus reseñas, Marina, de estas mujeres de timón, sobre todo porque generalmente se les recuerda menos. Gracias por traerlas!.

Tal vez no sería del todo inoportuno desempolvar algunas anécdotas acerca de los tesoros que piratas y bucaneros dejaron tras de sí, y que aparecen, aquí y allá en ciertas crónicas.

Existe, por ejemplo, una declaración de Barbanegra, donde pone, más o menos textualmente: "El lugar lo conocemos solamente el diablo y yo, el que viva más de los dos, se quedará con el oro". Barbanegra hizo esta declaración el 17 de noviembre de 1718, pocas horas antes de su muerte. Le habían preguntado si su mujer, que lo sobrevivía, sabía donde estaba enterrado el tesoro.
No faltó alguien que afirmó conocer aquél sitio, un tal Silvestro, que había navegado en el barco del corsario. Sus indicaciones parecían ser precisas: el río York, en Maryland, cerca de la isla de Mulberry, en la margen superior, no lejos de la bahía arenosa donde se puede desembarcar bien, allí donde se alzan cinco árboles. Entre ellos se encuentra el lugar donde está escondida una considerable cantidad de oro en cajas de hierro...
Esto parece preciso, pero no lo es realmente, por ejemplo por el hecho de dar como referencia perpetua una entidad mudable, ese es un grave error. "Allí hay cinco árboles" es un inciso de dudosa perpetuidad, es como decir "a los dos kilómetros se va a encontrar con un perro amarillento". Lo cierto es que siguiendo las indicaciones de Silvestro se buscó ad nauseam y nunca se encontró nada; y en verdad nunca se supo del tesoro de Barbanegra, si es que enterró alguno.

En el año 1818, un tal William Read recorrió los mares en su bergantín, llamado Dear Mary, bautizado justamente en memoria de la filibustera Mary Read, que era una de las que Marina nos recordaba hace poco. Se puede creer o no su afirmación de que era nieto de Mary, pero en cualquier caso, se consiguió una patente de corso y capturó algunas presas insignificantes y naves de poca monta. Pero la verdad es que el hombre no andaba en absoluto tras la conquista de riquezas merced al saqueo: todos sus pensamientos discurrían tras las huellas de lo que hubieran podido dejar enterrado sus colegas.
Así, entre 1818 y 1822, anduvo por la costa de América del Sur, de México y de los Estados Unidos, revolvió tierra en islas pertenecientes a Costa Rica, siempre buscando barras de oro. En Costa Rica buscaba las que había enterrado el Capitán Kidd. Cavó en distintas partes de las costas del Perú, y terminó por indagar en un viejo cementerio incaico de Aucón, a unos 300 kilometros del Cuzco. Dice la crónica que descubrió unos cuantos cuerpos y telas, pero como no tenía interés en ello dejó allí las cosas, y se las tomó.
Más tarde Read se encontró con la historia del pirata holandés llamado Spielberg: Este señor había salido de la isla de Texel, que pertenecía a Holanda, y está en el Mar del Norte, allá por 1614. Cruzó, después de una larga navegación, el estrecho de Magallanes, robó en las costas de sudamérica, como tantos, y regresó a Texel en Julio de 1617. Allí, dicen, escondió su tesoro. Sabemos que william read excavó en Texel todo un año (en realidad era una isla poco usual para buscar tesoros, desde que casi todos estaban en las islas del Caribe). Algunos sospechan que tuvo suerte, porque inmediatamente después de salir de aquella isla, Read empezó a vivir como un millonario.

Los famosos tesoros del capitán Kidd y de Laffite pertenecen casi de seguro al mundo de la fábula, y sin embargo, existe una lista de islas para encontrar tesoros que han sido recomendadas del modo más insistente: La isla de Malpelo, en Colombia; las Galápagos; la isla de Krippelton y las mexicanas de Revillagigedo.

Hay quien dice que los piratas enterraban sus tesoros con mucha menos frecuencia de lo que la gente cree. La gran mayoría de los piratas no tenía mucho dinero. Fueron sobre todo los piratas del Caribe (los bucaneros), quienes más probablemente se valieron de esos escondites. El problema principal de los que andaban por las aguas de Mar del Sur era el regreso al Caribe a través de la intrincada selva del itsmo de Panamá, sobre todo ante la ausencia, por aquellos tiempos, de canal alguno. Sin embargo seguían prefiriendo, en lugar de dar toda la vuelta, cortar por tierra. Desde luego, cada kilo de más que pudiera cargar cada uno significaba menos chance de poder atravesar el itsmo. La verdad, entonces, es que los piratas no llevaban consigo más de lo que les permitiera huír a toda velocidad. Además los barcos eran más bien pequeños, y necesitaban una maniobrabilidad y velocidad que se vería muy perjudicada por el cargamento de un peso excesivo.

Un esclavo de Francis Drake, llamado Diego, le paso un día a su amo el dato de cómo podría apoderarse de un convoy español, que llevaba valores desde el Golfo de Panamá a Portobello. Drake, entonces, salíó al ataque en las costas del Pacífico, y tuvo éxito. Se afanó la carga de ciento noventa mulas que llevaban oro y plata. Pero desde luego, aquello era mucho más de lo que podían llevar consigo, y entonces enterraron la mayor parte del botín, y luego cargados con lo poco que podían llevar, fuewron bajando a través de la jungla, hasta la costa, perseguidos por los españoles. Cuando Drake consiguió llegar al Caribe, solo quedaban con vida 30 de los 54 hombres que le acompañaban. Entre los supervivientes estaba un cocinero llamado John Hossenham, que no pudo olvidar el tesoro que habían enterrado, y un año después de que todos hubieran vuelto a Inglaterra, volvió a salir con un barco y llegó otra vez a aquella pequeña regióm. Buscó ayuda de algunos indios y se dirigió al lugar donde habían enterrado el tesoro. Horrorizado, Hossenham vió que el lugar había sido saqueado, seguramente por alguno o algunos de sus compañeros que habrían tenido la precaución de no morirse del todo mientras transitaban por la selva.

Se podría terminar con la historia del bibliotecario francés Jean de la Ranciere, quien allá por 1930, logró descifrar el plano dibujado por el pirata Davisse, que había sido ahorcado en la isla de La Reunión. Cuendo nuestro hombre llegó a la isla del tesoro, se encontró con un gran agujero excavado hacía poco, y pudo ver todavía las huellas dejadas por las ollas de barro, que aparentemente habían contenido los valores. Alguien, no se sabe quien, había sido más rápido. Al historiador, entonces, le quedó solo el triste consuelo científico de haber hecho unas investigaciones perfectamente acertadas, sobre todo cuando, casi a modo de propina, encontró una moneda dorada del S. XVII, que se habían dejado olvidada los saqueadores más rápidos.
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Mensaje por marina Jue Abr 30, 2009 4:26 am

Me encantan estas historias que cuentas Ader, es más me fascinan.
Desde la historia, y eso tú lo manejas mejor que yo, son fuente de datos importantes para recomponer escenarios y motivaciones de tantos hechos verdaderamente acaecidos desde el siglo V a.c. y durante toda la antigüedad en la llamada Costa de los piratas, en el Golfo Pérsico, el Mar Mediterráneo y el Mar de la China. Claro que las que más cercanas a nosotros son las acaecidas luego del descubrimiento de América.
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