EL gran foro de los 20canutos.
¿Quieres reaccionar a este mensaje? Regístrate en el foro con unos pocos clics o inicia sesión para continuar.

Cuentos para Alba

+3
alba
Mahal
Macarena
7 participantes

Página 3 de 3. Precedente  1, 2, 3

Ir abajo

Cuentos para Alba - Página 3 Empty Re: Cuentos para Alba

Mensaje por alba Jue Nov 05, 2009 5:46 pm

castellana escribió:Había una vez un niño que cayó muy enfermo. Tenía que estar todo el día en la cama sin poder moverse. Como además los niños no podían acercarse, sufría mucho por ello, y empezó a dejar pasar los días triste y decaido, mirando el cielo a través de la ventana.

Pasó algún tiempo, cada vez más desanimado, hasta que un día vio una extraña sombra en la ventana: era un pingüino comiendo un bocata de chorizo
(Rita), que entró a la habitación, le dio las buenas tardes, y se fue.
El niño quedó muy extrañado, y aún no sabía qué habría sido aquello, cuando vio aparecer por la misma ventana un mono en pañales inflando un globo (Twipsy). Al principio el niño se preguntaba qué sería aquello, pero al poco, mientras seguían apareciendo personajes locos por aquella extraña ventana, ya no podía dejar de reír, al ver un cerdo tocando la pandereta (Caste), un elefante saltando en cama elástica (Diestri), un perro con gafas que sólo hablaba de política (Fede)., una gata linda que solo suspiraba por sus gatos (kali), un pelicano precioso que solia contarle cuentos (Macarena), un osito entrañable que le daba un achuchón y salia corriendo (mahal), una leona que parecia la jefa de la manada (Tryfe), un monito saltarín que le tiraba dibujos cada vez que entraba (graciela), un perro ladrador pero poco mordedor que le daba un lametón (semele), un pelicano de patas largas y vivos colores (Aseret) o el gato sonrisas que tanto le hacia reir (anita Raul) y más y más animales...

Aunque por si no le creían no se lo contó a nadie, aquellos personajes teminaron alegrando el espíritu y el cuerpo del niño, y en muy poco tiempo este mejoró notablemente y pudo volver al colegio.
Allí pudo hablar con todos sus amigos, contándoles las cosas tan raras que había visto. Entonces, mientras hablaba con su mejor amigo (foro de los 20 canutos), vio asomar algo extraño en su mochila. Le preguntó qué era, y tanto le insistió, que finalmente pudo ver el contenido de la mochila:
¡¡allí estaban todos los disfraces que había utilizado su buen amigo para intentar alegrarle!!
Y desde entonces, nuestro niño nunca deja que nadie esté solo y sin sonreir un rato.


titacasteeeeee me encanta este cuentoooooooooo yo quiero que sea verdaaaaad por favooorrrrr, lo voy a guardar siempre!!!!!!!!!!!!!!!!

te quiero muuuuuchooooooo Cuentos para Alba - Página 3 78478 Cuentos para Alba - Página 3 78478 Cuentos para Alba - Página 3 78478 Cuentos para Alba - Página 3 78478 Cuentos para Alba - Página 3 78478 Cuentos para Alba - Página 3 78478
alba
alba
Profesional

Femenino
Cantidad de envíos : 8182
premio I : Cuentos para Alba - Página 3 Premio11
premios ganados : 2
Fecha de inscripción : 03/10/2008

Volver arriba Ir abajo

Cuentos para Alba - Página 3 Empty Re: Cuentos para Alba

Mensaje por castellana Jue Nov 05, 2009 6:16 pm

Y yo a ti princesa, sabes que aquí de verdad tienes una tita y una prima....que toooooooodos los días me pregunta por ti..
castellana
castellana
Profesional

Femenino
Cantidad de envíos : 19493
Edad : 57
Localización : Salamanca
Humor : Nunca peor
premio I : Cuentos para Alba - Página 3 Premio11
Fecha de inscripción : 16/02/2008

Volver arriba Ir abajo

Cuentos para Alba - Página 3 Empty Re: Cuentos para Alba

Mensaje por alba Jue Nov 05, 2009 6:50 pm

si que lo se Cuentos para Alba - Página 3 Icon_biggrin
alba
alba
Profesional

Femenino
Cantidad de envíos : 8182
premio I : Cuentos para Alba - Página 3 Premio11
premios ganados : 2
Fecha de inscripción : 03/10/2008

Volver arriba Ir abajo

Cuentos para Alba - Página 3 Empty Re: Cuentos para Alba

Mensaje por Macarena Miér Nov 11, 2009 9:02 pm

No había podido hacerlo antes, pero... dicen que más vale tarde que nunca.

Otro de los cuentos más desconocidos de Andersen Leelo con mucha atención... cuando termines hay una serie de preguntas que me gustaría que respondieras... ¿juegas???

LA CAJITA DE YESCA




Por la carretera marchaba un soldado marcando el paso. ¡Un, dos, un, dos! Llevaba la mochila al hombro y un sable al costado, pues venía de la guerra, y ahora iba a su pueblo.
Mas he aquí que se encontró en el camino con una vieja bruja. ¡Uf!, ¡qué espantajo!, con aquel labio inferior que le colgaba hasta el pecho.
- ¡Buenas tardes, soldado! - le dijo -. ¡Hermoso sable llevas, y qué mochila tan grande! Eres un soldado hecho y derecho. Voy a enseñarte la manera de tener todo el dinero que desees.
- ¡Gracias, vieja bruja! - respondió el soldado.
- ¿Ves aquel árbol tan corpulento? - prosiguió la vieja, señalando uno que crecía a poca distancia -. Por dentro está completamente hueco. Pues bien, tienes que trepar a la copa y verás un agujero; te deslizarás por él hasta que llegues muy abajo del tronco. Te ataré una cuerda alrededor de la cintura para volverte a subir cuando llames.
- ¿Y qué voy a hacer dentro del árbol? - preguntó el soldado.
- ¡Sacar dinero! - exclamó la bruja -. Mira; cuando estés al pie del tronco te encontrarás en un gran corredor muy claro, pues lo alumbran más de cien lámparas. Verás tres puertas; podrás abrirlas, ya que tienen la llave en la cerradura. Al entrar en la primera habitación encontrarás en el centro una gran caja, con un perro sentado encima de ella. El animal tiene ojos tan grandes como tazas de café; pero no te apures. Te daré mi delantal azul; lo extiendes en el suelo, coges rápidamente al perro, lo depositas sobre el delantal y te embolsas todo el dinero que quieras; son monedas de cobre. Si prefieres plata, deberás entrar en el otro aposento; en él hay un perro con ojos tan grandes como ruedas de molino; pero esto no debe preocuparse. Lo pones sobre el delantal y coges dinero de la caja. Ahora bien, si te interesa más el oro, puedes también obtenerlo, tanto como quieras; para ello debes entrar en el tercer aposento. Mas el perro que hay en él tiene los ojos tan grandes como la Torre Redonda. ¡A esto llamo yo un perro de verdad! Pero nada de asustarte. Lo colocas sobre mi delantal, y no te hará ningún daño, y podrás sacar de la caja todo el oro que te venga en gana.
- ¡No está mal!- exclamó el soldado -. Pero, ¿qué habré de darte, vieja bruja? Pues supongo que algo querrás para ti.
- No - contestó la mujer -, ni un céntimo. Para mí sacarás un viejo encendedor de yesca, que mi abuela se olvidó ahí dentro, cuando estuvo en el árbol la última vez.
- Bueno, pues átame ya la cuerda a la cintura - convino el soldado.
- Ahí tienes - respondió la bruja -, y toma también mi delantal azul.
Subióse el soldado a la copa del árbol, se deslizó por el agujero y, tal como le dijera la bruja, se encontró muy pronto en el espacioso corredor en el que ardían las lámparas.
Y abrió la primera puerta. ¡Uf! Allí estaba el perro de ojos como tazas de café, mirándolo fijamente.
- ¡Buen muchacho! - dijo el soldado, cogiendo al animal y depositándolo sobre el delantal de la bruja. Llenóse luego los bolsillos de monedas de cobre, cerró la caja, volvió a colocar al perro encima y pasó a la habitación siguiente. En efecto, allí estaba el perro de ojos como ruedas de molino.
- Mejor harías no mirándome así -le dijo-. Te va a doler la vista -. Y sentó al perro sobre el delantal. Al ver en la caja tanta plata, tiró todas las monedas de cobre que llevaba encima y se llenó los bolsillos y la mochila de las del blanco metal.
Pasó entonces al tercer aposento. Aquello presentaba mal cariz; el perro tenía, en efecto, los ojos tan grandes como la Torre Redonda, y los movía como sí fuesen ruedas de molino.
- ¡Buenas noches! -dijo el soldado llevándose la mano a la gorra, pues perro como aquel no lo había visto en su vida. Una vez lo hubo observado bien, pensó: «Bueno, ya está visto», cogió al perro, lo puso en el suelo y abrió la caja. ¡Señor, y qué montones de oro! Habría como para comprar la ciudad de Copenhague entera, con todos los cerditos de mazapán de las pastelerías y todos los soldaditos de plomo, látigos y caballos de madera de balancín del mundo entero. ¡Allí sí que había oro, palabra!
Tiró todas las monedas de plata que llevaba encima, las reemplazó por otras de oro, y se llenó los bolsillos, la mochila, la gorra y las botas de tal modo que apenas podía moverse. ¡No era poco rico, ahora! Volvió a poner al perro sobre la caja, cerró la puerta y, por el hueco del tronco, gritó
- ¡Súbeme ya, vieja bruja!
- ¿Tienes el encendedor de yesca? - preguntó la mujer.
- ¡Caramba! - exclamó el soldado -, ¡pues lo había olvidado! Y fue a buscar la bolsita, con la yesca y el pedernal dentro. La vieja lo sacó del árbol, y nuestro hombre se encontró de nuevo en el camino, con los bolsillos, las botas, la mochila y la gorra repletos de oro.
- ¿Para qué quieres el encendedor de yesca? - preguntó el soldado.
- ¡Eso no te importa! - replicó la bruja -. Ya tienes tu dinero; ahora dame la bolsita.
- ¿Conque sí, eh? - exclamó el mozo -. ¡Me dices enseguida para qué quieres el encendedor de yesca, o desenvaino el sable y te corto la cabeza!
- ¡No! -insistió la mujer.
Y el soldado le cercenó la cabeza y dejó en el suelo el cadáver de la bruja. Puso todo el dinero en su delantal, colgóselo de la espalda como un hato, guardó también el encendedor de yesca y se encaminó directamente a la ciudad.
Era una población magnífica, y nuestro hombre entró en la mejor de sus posadas y pidió la mejor habitación y sus platos preferidos, pues ya era rico con tanto dinero.
Al criado que recibió orden de limpiarle las botas ocurriósele que eran muy viejas para tan rico caballero; pero es que no se había comprado aún unas nuevas. Al día siguiente adquirió unas botas como Dios manda y vestidos elegantes.
Y ahí tenéis al soldado convertido en un gran señor. Le contaron todas las magnificencias que contenía la ciudad, y le hablaron del Rey y de lo preciosa que era la princesa, su hija.
- ¿Dónde se puede ver? - preguntó el soldado.
- No hay medio de verla - le respondieron -. Vive en un gran palacio de cobre, rodeado de muchas murallas y torres. Nadie, excepto el Rey, puede entrar y salir, pues existe la profecía de que la princesa se casará con un simple soldado, y el Monarca no quiere pasar por ello.
«Me gustaría verla», pensó el soldado; pero no había modo de obtener una autorización.
El hombre llevaba una gran vida: iba al teatro, paseaba en coche por el parque y daba mucho dinero a los pobres, lo cual decía mucho en su favor. Se acordaba muy bien de lo duro que es no tener una perra gorda. Ahora era rico, vestía hermosos trajes e hizo muchos amigos, que lo consideraban como persona excelente, un auténtico caballero, lo cual gustaba al soldado. Pero como cada día gastaba dinero y nunca ingresaba un céntimo, al final le quedaron sólo dos ochavos. Tuvo que abandonar las lujosas habitaciones a que se había acostumbrado y alojarse en la buhardilla, en un cuartucho sórdido bajo el tejado, limpiarse él mismo las botas y coserlas con una aguja saquera. Y sus amigos dejaron de visitarlo; ¡había que subir tantas escaleras!.


Un día, ya oscurecido, se encontró con que no podía comprarse ni una vela, y entonces se acordó de un cacho de yesca que había en la bolsita sacada del árbol de la bruja. Buscó la bolsa y sacó el trocito de yesca; y he aquí que al percutirla con el pedernal y saltar las chispas, se abrió súbitamente la puerta y se presentó el perro de ojos como tazas de café que había encontrado en el árbol, diciendo:
- ¿Qué manda mi señor?
- ¿Qué significa esto? - inquirió el soldado -. ¡Vaya encendedor gracioso, si con él puedo obtener lo que quiera! Tráeme un poco de dinero - ordenó al perro; éste se retiró, y estuvo de vuelta en un santiamén con un gran bolso de dinero en la boca.
Entonces se enteró el soldado de la maravillosa virtud de su encendedor de yesca. Si golpeaba una vez, comparecía el perro de la caja de las monedas de cobre; si dos veces, se presentaba el de la plata, y si tres, acudía el del oro. Nuestro soldado volvió a sus lujosas habitaciones del primer piso, vistióse de nuevo con ricas prendas, y sus amigos volvieron a ponerlo por las nubes.
Un día le vino un pensamiento: «¡Es bien extraño que no haya modo de ver a la princesa!. Debe de ser muy hermosa, pero ¿de qué le sirve, si se ha de pasar la vida en el palacio de cobre rodeado de murallas y torres? ¿No habría modo de verla? ¿Dónde está el encendedor de yesca?» y, al encender la yesca, se presentó el perro de ojos grandes como tazas de café.
- Ya sé que estamos a altas horas de la noche - dijo el soldado-, pero me gustaría mucho ver a la princesa, aunque fuera sólo un momento.
El perro se retiró enseguida, y antes de que el soldado tuviera tiempo de pensarlo, volvió a entrar con la doncella, la cual venía sentada en su espalda, dormida, y era tan hermosa, que a la legua se veía que se trataba de una princesa. El soldado no pudo resistir y la besó; por algo era un soldado hecho y derecho.
Marchóse entonces el perro con la doncella; pero cuando, a la mañana, acudieron el Rey y la Reina, su hija les contó que había tenido un extraño sueño, de un perro y un soldado. Ella iba montada en un perro, y el soldado la había besado.
- ¡Pues vaya historia! - exclamó la Reina.
Y dispusieron que a la noche siguiente una vieja dama de honor se quedase de guardia junto a la cama de la princesa, para cerciorarse de si se trataba o no de un sueño.
Al soldado le entraron unos deseos locos de volver a ver a la hija del Rey, y por la noche llamó al perro, el cual acudió a toda prisa a su habitación con la muchacha a cuestas; pero la vieja dama corrió tanto como él, y al observar que su ama desaparecía en una casa, pensó: «Ahora ya sé dónde está», y con un pedazo de tiza trazó una gran cruz en la puerta. Regresó luego a palacio y se acostó; mas el perro, al darse cuenta de la cruz marcada en la puerta, trazó otras iguales en todas las demás de la ciudad. Fue una gran idea, pues la dama no podría distinguir la puerta, ya que todas tenían una cruz.
Al amanecer, el Rey, la Reina, la dama de honor y todos los oficiales salieron para descubrir dónde había estado la princesa.
- ¡Es aquí! - exclamó el Rey al ver la primera puerta con una cruz dibujada.
- ¡No, es allí, cariño! - dijo la Reina, viendo una segunda puerta con el mismo dibujo.
- ¡Pero si las hay en todas partes! -observaron los demás, pues dondequiera que mirasen veían cruces en las puertas. Entonces comprendieron que era inútil seguir buscando.
Pero la Reina era una dama muy ladina, cuya ciencia no se agotaba en saber pasear en coche. Tomando sus grandes tijeras de oro, cortó una tela de seda y confeccionó una linda bolsita. La llenó luego de sémola de alforfón y la ató a la espalda de la princesa, abriendo un agujerito en ella, con objeto de que durante el camino se fuese saliendo la sémola.
Por la noche se presentó de nuevo el perro, montó a la princesa en su lomo y la condujo a la ventana del soldado, trepando por la pared hasta su habitación. A la mañana siguiente el Rey y la Reina descubrieron el lugar donde habla sido llevada su hija, y, mandando prender al soldado, lo encerraron en la cárcel.
Sí señor, a la cárcel fue a parar. ¡Qué oscura y fea era la celda! ¡Y si todo parara en eso! «Mañana serás ahorcado», le dijeron. La perspectiva no era muy alegre, que digamos; para colmo, se había dejado el yesquero en casa. Por la mañana pudo ver, por la estrecha reja de la prisión, cómo toda la gente llegaba presurosa de la ciudad para asistir a la ejecución; oyó los tambores y presenció el desfile de las tropas. Todo el mundo corría; entre la multitud iba un aprendiz de zapatero, en mandil y zapatillas, galopando con tanta prisa, que una de las babuchas le salió disparada y fue a dar contra la pared en que estaba la reja por donde miraba el soldado.
- ¡Hola, zapatero, no corras tanto! - le gritó éste -; no harán nada sin mí. Pero si quieres ir a mi casa y traerme mí encendedor de yesca, te daré cuatro perras gordas. ¡Pero tienes que ir ligero!
El aprendiz, contento ante la perspectiva de ganarse unas perras, echó a correr hacia la posada y no tardó en estar de vuelta con la bolsita, que entregó al soldado. ¡Y ahora viene lo bueno!
En las afueras de la ciudad habían levantado una horca, y a su alrededor formaba la tropa y se apiñaba la multitud: millares de personas. El Rey y la Reina ocupaban un trono magnífico, frente al tribunal y al consejo en pleno.
El soldado estaba ya en lo alto de la escalera, pero cuando quisieron ajustarle la cuerda al cuello, rogó que, antes de cumplirse el castigo, se le permitiera, pobre pecador, satisfacer un inocente deseo: fumarse una pipa, la última que disfrutaría en este mundo.
El Rey no quiso negarle tan modesta petición, y el soldado, sacando la yesca y el pedernal, los golpeó una, dos, tres veces. Inmediatamente se presentaron los tres perros: el de los ojos como tazas de café, el que los tenía como ruedas de molino, y el de los del tamaño de la Torre Redonda.
- Ayudadme a impedir que me ahorquen - dijo el soldado -. Y los canes se arrojaron sobre los jueces y sobre todo el consejo, cogiendo a los unos por las piernas y a los otros por la nariz y lanzándolos al aire, tan alto, que al caer se hicieron todos pedazos.
- ¡A mí no, a mí no! - gritaba el Rey; pero el mayor de los perros arremetió contra él y la Reina, y los arrojó adonde estaban los demás. Al verlo, los soldados se asustaron, y todo el pueblo gritó:
- ¡Buen soldado, serás nuestro Rey y te casarás con la bella princesa!
Y a continuación sentaron al soldado en la carroza real, los tres canes abrieron la marcha, danzando y gritando «¡hurra!», mientras los muchachos silbaban con los dedos, y las tropas presentaban armas. La princesa salió del palacio de cobre y fue Reina. ¡Y bien que le supo! La boda duró ocho días, y los perros, sentados junto a la mesa, asistieron a ella con sus ojazos bien abiertos.



¿Cómo consigue la bruja que el soldado baje por el árbol?

¿Lo hace por brujería o porque sabe que él es codicioso?



¿Por qué es especial el delantal de la bruja?

¿Hay algo de brujería en él?



¿Cómo se comporta el soldado en el cuarto de los perros?

¿Es la codicia una forma de poder?

¿Actúa el soldado de la misma manera que cuando nosotros participamos en un concurso, en un juego de azar, o en …?

Traten de explicar lo que está pensando el soldado.



¿Por qué no logra conseguir la caja de madera?

¿Y por qué corta la cabeza de la bruja?



¿Cómo trata la gente al soldado?

¿Se portan obsequiosos con él o con su dinero?



Se había predicho que la princesa debía casarse con un soldado.

¿Quién hizo la profecía?



¿Puede el dinero cambiar a una persona, como sucede con el soldado?

¿Tienen algún ejemplo?

¿Cambiarían ustedes, si de pronto poseyeran millones?

¿El dinero le da a uno poder?

¿Qué es el poder?

¿Qué es lo opuesto al poder?
Macarena
Macarena
Profesional

Femenino
Cantidad de envíos : 8242
Edad : 62
Localización : Córdoba
Humor : cambiante, como el clima...
premio I : Cuentos para Alba - Página 3 Premio11
premios ganados : 1
Fecha de inscripción : 16/02/2008

Volver arriba Ir abajo

Cuentos para Alba - Página 3 Empty Re: Cuentos para Alba

Mensaje por alba Jue Nov 12, 2009 8:18 am

gracias mamimaca luego me lo leo!!!!!!!!!! Cuentos para Alba - Página 3 38224
alba
alba
Profesional

Femenino
Cantidad de envíos : 8182
premio I : Cuentos para Alba - Página 3 Premio11
premios ganados : 2
Fecha de inscripción : 03/10/2008

Volver arriba Ir abajo

Cuentos para Alba - Página 3 Empty Re: Cuentos para Alba

Mensaje por Contenido patrocinado


Contenido patrocinado


Volver arriba Ir abajo

Página 3 de 3. Precedente  1, 2, 3

Volver arriba

- Temas similares

 
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.